A estas alturas del confinamiento ya le hemos puesto todos o casi todos fuerza, ganas y creatividad al asunto.
Fuerza para aguantar y sobrellevar una situación totalmente inesperada e inimaginable . Ganas para seguir luchando día tras día, a pesar de la incertidumbre y de los miedos. Creatividad por que nos obliga la situación.
De esta última algunos ya iban sobrados y otros han tenido que aprender a marchas forzadas, como, por ejemplo, haciendo de profesores de tus hijos a tiempo completo, emular a los famosos pasteleros, componer bellas melodías, hacer de pintores de brocha gorda o fina, convertirse en youtobers ocasionales… Son muchos los que han tenido que seguir trabajando desde sus casas y el esfuerzo, aunque no lo parezca, ha tenido que ser mayor. ¿Y cuál ha sido una de las principales actividades que se ha puesto de moda durante nuestro “encierro”? ¿Adivináis? Ordenar armarios y cajones sobre todo la primera semana. Nos hemos convertido en Marie Kondo en un abrir y cerrar de ojos.
Pues sí, nos hemos puesto a vaciar cajones “desastre”, armarios eternamente revueltos, rincones olvidados, alacenas abarrotadas, trasteros abandonados…
Nunca antes (me refiero a la gran mayoría) habíamos experimentado esa sensación de tener todo el tiempo del mundo para estar en casa, para limpiarla, para organizarla, para ordenarla… en definitiva, para cuidarla, así que nos pusimos ropa cómoda, nos subimos las mangas y todos a ordenar. Digo ordenar, porque seguramente pocos habrán or-ga-ni-za-do. Y saber la diferencia es muy importante.
Organizar lo haremos una única vez. De esta manera el orden se impondrá más fácilmente y tendremos que recurrir a él en menos ocasiones. No necesitaremos un nuevo confinamiento para tener tiempo que dedicar a nuestra casa, pues todo estará en el lugar que le corresponde.