hemos hablado sobre el uso del tiempo durante el confinamiento.
Hemos destacado que una de las actividades principales que se había desarrollado era la de adecentar nuestros hogares. Utilizar este parón obligado nos ha ayudado a situarnos, a recolocarnos en el momento y en el lugar en el que nos encontramos: encerrados en casa y con tiempo para dedicarnos a organizar y ordenar nuestra casa.
Ordenar nos lleva a un proceso que implica vaciar, limpiar, descartar, categorizar y colocar. ¿Hemos sido conscientes de ese proceso?
Me gustaría que hiciésemos la reflexión sobre si este tiempo que dedicamos a nuestra casa lo hacemos mecánicamente (limpio por que tengo que vivir sin suciedad) o esmerándonos en lo que estamos haciendo y poniéndole toda nuestra atención.
Si cuando vacías tu armario, por ejemplo, estás únicamente por esa labor, pondrás tus cinco sentidos en ello. No quiere decir que no puedas estar atenta/o a otros quehaceres, pero tu intención está en el ahora, en lo que estás acomentiendo. Vacías tu armario, vacías tu mente de pensamientos inútiles. Limpias el armario, limpias tus cavilaciones, das brillo a tus ideas. Descartas piezas de ropa, descartas planes. Y por último, colocas en “su sitio”, por categorías y ordenadamente, lo escogido. Lo mismo que en tu cabecita.
De esta manera has tomado conciencia del proceso y, a la par que ordenamos nuestros cajones y armarios, podemos colocar nuestros pensamientos en el lugar que le corresponden. Podríamos considerarlo una terapia, totalmente recomendable por otra parte, cuando necesitamos poner en orden nuestras ideas, necesitamos concentrarnos, relajarnos, disipar dudas o, simplemente, tomar distancia de alguna situación.